miércoles, 1 de junio de 2011

Día De Entrenamiento.

Olé participó en una jornada de ensayos en Buenos Aires con un Mini Cooper de carrera. Un fierro.

La invitación al Mini X day fue tentadora. Ser piloto por un par de horas es algo con lo que todos los que estamos en el automovilismo (en este caso, siempre pegándole a un teclado) soñamos. Y allá fui al autódromo de Buenos Aires, como tantas veces, pero esta vez para contarla desde arriba.
No bien llegué al Gálvez, fui directamente a hacer la revisión médica. Una vez con el certificado de aptitud, esperé para escuchar la charla de los organizadores del Mini Challenge, una divisional que comenzará su campeonato el 18 de junio en la Catedral porteña. José Luis Zen fue el encargado de dar la bienvenida a los pilotos (había tres chicos postulantes a ocupar las 16 butacas disponibles para la primera fecha) y contar un poco los objetivos de la monomarca. “Esta es una categoría para gente que quiere correr con autos de carrera de verdad, tenga o no experiencia. La idea es que disfrute la sensación de manejar un Mini Cooper pura sangre”, explicó.
Luego agarró el micrófono Chiche Caldarella, ex piloto de motos y autos, y director deportivo del proyecto. “No queremos que nadie demuestre nada. Esta es una jornada para que conozcan los autos, el circuito y que se sientan cómodos. Repito, no es una evaluación de sus aptitudes”, aseveró el DD, e invitó a pasar al vestuario para ponernos la indumentaria. Aunque no fue tarea fácil (un buzo antiflama XL habría sido ideal), con casco en mano me acerqué a la máquina.
La primera fase de la prueba fue en la butaca derecha. De copiloto de Caldarella, el ex corredor de 500cc y TC me indicó los sectores en donde tendría que frenar, poner los cambios, encarar las curvas y acelerar cuando me tocara manejar. Un par de vueltas a buen ritmo y a boxes para cambiar de lugar. Pero cuando traté de ingresar en el asiento del conductor, las acotadas dimensiones me imposibilitaron posicionarme correctamente, por lo que debí esperar al Mini de Baldinelli, con una butaca izquierda más amplia.
Una vez frente al volante, noté que Ezequiel se agarró firmemente de un caño de la estructura. “Acá tengo el botón para hablarte”, se atajó. Y allá fuimos. En las primeras dos vueltas hicimos un reconocimiento del circuito 5. En la tercera pisé un poquito. Bien el frenaje en la curva uno, bien en la aceleración detrás de la confitería y… mal en la curva de los Tontos, justamente. Una acelerada de más al encarar la variante me hizo perder la cola y el trompo fue inevitable. “No importa, vamos de nuevo”, dijo Baldinelli. A pista y vinieron cinco o seis rondas más, sin maniobras excepcionales pero prolijas.
Al parar en los pits, le pedí una evaluación a quien se bancó el suplicio. “Te pongo un cuatro”, tiró Eze, aprobándome con lo justo. Nada mal por ser la primera vez, aunque no aguantó y se sinceró: “Igual, seguí en el periodismo que te va a ir mucho mejor…”.

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