domingo, 10 de junio de 2012

Museos: el arte del automóvil.

¿Puede ser equiparable un Ferrari a un Tiziano? ¿Un Pegaso a un Goya? ¿Un Rolls-Royce a un Van Gogh? Concebido de forma mayoritaria en términos industriales y raramente como una pieza única, es difícil igualar un coche a un cuadro. Aunque todo depende de los ojos que contemplan la obra.
E igual que mañana usted puede pasarse horas delante de una pintura en el Prado, sepa que si le gustan los coches, España empieza a contar con una amplia red de colecciones y museos sobre vehículos con ruedas. Con motor y sin él.
Son cerca de una treintena, la mayoría en Cataluña, una región donde la cultura e industria automovilísticas han sido más fuertes que en el resto del país, como demuestran las más de 150 fábricas de motos que ha acogido. O que Barcelona sea la ciudad europea con más vehículos de dos ruedas por habitante.


Y es que si en España existe atraso en este sentido respecto a Francia, Alemania o EEUU (donde hay un museo de este tipo casi en cada esquina), es precisamente por la escasa presencia y tradición histórica de fabricantes si se compara con la de aquéllos. Algunos de verdadero relumbrón como Pegaso o Hispano-Suiza entre las cuatro ruedas, o Derbi, Ossa, Montesa o Bultaco entre los vehículos de dos.

Una cuestión de dinero

El caso es que la mayoría de estas marcas ya han desaparecido y su herencia desperdigada por todo el mundo, con escasas excepciones como la exposición dedicada a la resucitada Ossa
( www.ossamuseo.es ) o la fundación que recoge la vida y logros del pionero Eduardo Barreiros ( www.fundacionbarreiros.org ).
A este hecho se añade que en otras que siguen muy vivas, como es el caso de Seat, el impresionante bagaje que ha atesorado en sus más de 60 años de historia (en productos para la calle, prototipos y coches de competición) sigue guardado en la famosa Nave 122 cercana a la Zona Franca barcelonesa, dentro de una larga espera para convertirse en una muestra abierta al público.



Se trata, fundamentalmente, de una cuestión de dinero. Y es que a la inversión que supone la búsqueda, adquisición y mantenimiento de una colección interesante y numerosa de vehículos, hay que sumar los requisitos (espacio, estructura, personal, horarios) que supone sacarla a la luz bajo el envoltorio de un museo.

Una cuestión de dinero

Esto hace que la mayoría de las colecciones abiertas hoy al público sean, sobre todo, iniciativas fruto del esfuerzo de pioneros que durante décadas fueron acumulando vehículos.
Así lo revela la primera y única guía editada sobre este tema por la Federación Española de Vehículos Antiguos (www.feva.com.es ), con casos como el de Ramón Magriñà, Salvador Claret
( www.museuautomobilsclaret.com ), el portugués Joao Magalhaes, alma del reciente museo de Málaga o Juan Gil, cuyo empeñó dio como fruto una rica y pintoresca exposición en Hervás.



En otros casos, la exposición nace a través de clubes de propietarios de vehículos clásicos o antiguos, que ponen en común sus joyas para exhibirlas. Así pasa con el Museo del Automóvil de Barcelona (www.anticcar.com), abierto en 1981 y alimentado de forma rotatoria por los automóviles de algunos de sus cerca de 300 socios.
En el mejor de los casos, el empeño privado convence a las Administraciones para que se involucren, como ocurrió en Salamanca o se pretende en Málaga. Este hecho tiene, aparte del impulsor que supone para los propios fondos del museo o colección, una importante ventaja práctica para el aficionado, ya que los horarios de apertura al público son mucho más amplios.
Cuando se trata de una muestra familiar o de un club, es fundamental informarse antes de acudir. El horario de apertura es más reducido y, en ocasiones, la visita sólo se realiza bajo petición previa.

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