domingo, 21 de octubre de 2012

Clásicos a la Carrera.

Los amantes de los coches antiguos cuidan al extremo sus máquinas y compiten con ellas. La próxima semana se celebra en Gijón el Rally Murua.

 

 

Son pequeñas joyas. Pero lejos de ocultarse en fastuosos garajes, se dejan ver y conducir por las carreteras asturianas, se lucen en rallys y acaparan miradas más allá de las de sus orgullosos propietarios que los miman como a bebés. Porque, pese a su edad, conservan inmaculada carrocería y mecánica, presumen de volantes de madera y baquelita y tienen en su currículo premios, récords e historias que harían temblar al mismísimo Rayo McQueen y a toda su banda de 'Cars'.
La afición a los coches clásicos está en alza en Asturias. En una semana, el día 27, se celebrará en Gijón el Rally Murua, que organiza -con ánimo de competir- Pre-68, una agrupación que une a los propietarios de estos autos. Es solo uno de la media docena de clubs de amantes de estos vehículos y, purista al extremo, exige que esas maquinas sean anteriores al año 1968. Esa es su consideración de clásicos.
Y entre esos clásicos, un poco de todo, desde un Jaguar cuyo precio puede alcanzar los 120.000 euros hasta un Mini que ronda los 6.000. Cristóbal Figaredo es, junto a su hermano José María, el alma mater de un club nacido hace unos siete años. «Lo creamos para hacer el primer Rally Murua, somos un grupo de gente al que nos gusta mucho salir a correr fuera, a Galicia y Portugal, donde hay gran afición y nos encanta cómo hacen las cosas. Queríamos fomentar eso aquí», detalla. Querían competir. Porque en el mundo de los clásicos hay quien apuesta solamente por sacar sus coches del garaje para hacerlos rodar, sin más, y quienes quieren ponerle un poquito más de emoción y velocidad a la cosa. En Pre-68 son de los segundos, quizá porque varios de sus integrantes son expilotos de rallys.
Es el caso del empresario Jaime López Acha, que a finales de los sesenta compitió con un Alpine, un Cooper 1.200 y un Simca 1.000 hasta que el matrimonio le retiró del volante. Los coches siguieron estando ahí de otra manera hasta que al cumplir los 50 -ahora tiene 68- se hizo así mismo el regalo perfecto: un Jaguar XK 140 verde británico (el color verde era que los coches de Gran Bretaña utilizan en las competiciones, mientras los italianos empleaban el rojo; los alemanes, el plata; los franceses, el azul...) descapotable absolutamente espectacular. Lo era en 1954 cuando salió de los talleres de Coventry y lo es ahora, previo paso por un taller de Vigo durante dos años y después de múltiples aventuras en Estados Unidos.
Y es que este Jaguar del que López Acha habla con devoción tuvo su primer destino en Nueva York en aquel mismo año, cuando aún lucía la carrocería en negro y la tapicería en rojo granate, cuando era una auténtica virguería capaz de batir los récords de velocidad de la época. «Es un coche con mecánica de carreras por una confusión en la fábrica. Pasaron una orden de arriba para hacer 90 coches y alguien, al transcribir la cifra, le añadió un cero y fabricaron 900 motores». Corría hasta 240 kilómetros por hora. Se vendieron en todo el mundo. Y uno de ellos está en Asturias. López Acha se lo encontró en Filadelfia bastante deteriorado, en color rojo y con asientos de competición porque, supuestamente, estaba siendo usado para carreras en circuitos de tierra. Viajó en barco a Inglaterra y de allí a Vigo, donde Juan Lumbreras empleó dos años en darle su magnífico aspecto actual. El de Lumbreras es uno de los muchos talleres especializados en este tipo de coches, aunque también es bastante común que los propietarios sean aficionados a la mecánica y ellos mismos se encarguen de cuidarlos. Entre otras cosas, porque es mucho más sencillo reparar uno de estos autos que uno actual. Su mecánica es menos sofisticada.
Por eso, sostienen los coleccionistas, no es tan caro como muchos pueden llegar a pensar. «Es más barato que tener un Seiscientos», dice Íñigo Álvarez Alonso, un recién llegado a este mundo de la mano de los hermanos Figaredo. Hace un par de años le regalaron su Triumph MK3 Speedfire del 67 con matrícula suiza y no ha parado de conducir. Dice que es sencillo, económico, nada ostentoso... Perfecto, en definitiva. Y muy bueno en los rallys. «Andar en descapotable es una sensación increíble», dice este empresario de 55 años que asegura que esta afición es mucho más cómoda y asequible de lo que parece. «El seguro vale 95 euros, más barato que cualquier vehículo», detalla, antes de explicar cómo conseguir recambios es simple y económico. «Si te falta una pieza, contactas por internet con Londres y en cuatro días la tienes aquí». Y es que, en Inglaterra, hay 80.000 coches como el suyo. Y allí la afición a los clásicos, como en Estados Unidos, es casi una religión. En España, Cataluña, Galicia y Madrid lideran el ranking de adeptos.
 
¿Caro o Barato? 
 
«¿Un coche de 12.000 euros es caro?», pregunta Cristóbal Figaredo, aficionado al motor de siempre y en cuyo garaje duermen un Austin y un MG. Antes hubo otros. El Morris Garage de 1955 ha tenido una vida de lo más azarosa. No solo porque los coetaneos de este modelo de 60 caballos y motor 1.600 corrían en las 24 horas de Lemans, sino, y sobre todo, porque el coche vivió un proceso de restauración en Gijón de nada mas y nada menos que ocho años. «Yo siempre había querido tener este modelo, el MGA», detalla Figaredo, quien narra cómo lo halló en Madrid y lo compró completamente desmontado y almacenado en cajas de madera con el motor por un lado y la carrocería por el otro. Se vino a Asturias y, cual mecano, se convirtió en lo que es hoy. Eso fue a principios de los noventa. «No lo tengo sumado, pero yo creo que el coste total pueden ser 12.000 euros».
Claro que ese precio, explica Fermín Aguirre, que presume de Mini Cooper del 64, siempre o casi siempre es una buena inversión. Raro es que estos vehículos se devalúen, sino todo lo contrario. «En estos coches el 90% de lo que inviertes lo recuperas», dice este expiloto de rallys. Se pasó hace tres años a los clásicos y se hizo con el último modelo de Mini fabricado en España, de 68 caballos y motor 1.300. Es el original. No ha cambiado nada. Y va como la seda. El coche tiene además un aliciente importante: «Lo tenemos mi hijo y yo a medias, y es una excusa para estar juntos; él vive en Madrid y viene aquí para competir», afirma. Eso y algo más: «Para ir a Madrid es incómodo, pero para andar por Oviedo es fantástico, menos dirección asistida y aire tiene de todo».
Se trata de viajar. De hacer turismo de una manera distinta al tiempo que se compite. O hacer turismo sin más. Como Jaime López de Acha, que se ha llevado su Jaguar a un sinfín de destinos. «Solo caben dos personas, pero eso no es un hándicap, es una ventaja», bromea el empresario ovetense.
Presume Acha de su joyita, pero quien realmente tiene motivos para sentirse orgullo de su Alpine A-110 del 68 fabricado en Valladolid es Emeterio Fernández Álvarez. Aún guarda su hija la factura de su carro de color rojo italiano de 175.000 pesetas -ahora andará por los 30.000 euros- con el que ganó en 1971 el Campeonato de Asturias de Rallys. «Competí nada más que cuatro años», rememora Emeterio, quien, tras dejarlo, jubiló el coche en el garaje hasta que hoy, convertido en clásico, lo ha vuelto a poner a rodar. «Esto ya es otro tipo de competición, nos lo tomamos en serio pero sin complicaciones», dice Emeterio, que a sus 82 años sigue tan enganchado al motor como cuando era un chaval.

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