sábado, 22 de enero de 2011

El Taller De Los Carros.

Paisaje y paisanaje. En Puçol, Enrique Martí restaura por afición los viejos vehículos huertanos que siguen desatando veneración entre los agricultores valencianos.

 

La tabla que va delante de la caja del carro no es una tabla de madera cualquiera, porque tiene su forma típica, bien trabajada, y se llama 'la parà de davant', como también está 'la parà de darrere', como los barrotes que sujetan el vehículo cuando no está enganchado al animal son los 'mossos' y las piezas móviles que prolongan la capacidad de carga se denominan 'telera' y 'contratelera'.
Enrique Martí nos va explicando casi con delectación las diferentes partes y piezas de un carro huertano que restaura a ratos. Por algo se le conoce con el sobrenombre de 'El Carrero', tanto en Puçol, su pueblo, como en media región, porque es de las pocas personas que quedan que conocen este oficio de hacer o recomponer viejos carros, que ya no es oficio, claro, porque estamos hablando de algo que pasó a la historia, aunque no tanto, no del todo. En la Huerta de Valencia, como en La Ribera, La Costera, La Safor y tantas otras comarcas se mantiene muy viva la pasión por las caballerías de tiro y los vetustos vehículos de antaño. Ya no se utilizan para lo que valieron, salvo algún caso esporádico en el que todavía se labra algún campo con un percherón, pero más que nada forma parte todo ello de una veneración secular y de ese instinto de exhibición tan valenciano.
Estos días puede apreciarse muy bien todo ello en las sucesivas fiestas, desfiles y ceremonias de bendición que se celebran en casi todos los pueblos con motivo de la festividad de San Antonio Abad. El popular Sant Antoni, cuya imagen se presenta acompañada de un cerdito y es patrón de los animales, de manera que es la excusa perfecta para que dueños de toda clase de bichos saquen a la calle y a las plazas a sus criaturas domésticas, y por supuesto salen a la palestra caballos, caballistas, carros y carreteros de toda índole.
A tal punto llega esta pasión, que crece de año en año, que Sant Antoni ya no se celebra solamente el 17 de enero, que es la fecha propiamente de la festividad, sino que en cada pueblo fijan su desfile en fines de semana sucesivos, hasta prolongarse durante todo enero y parte de febrero, y de esta forma se facilita que muchos carreteros y caballistas puedan desfilar en distintas citas durante varios sábados y domingos seguidos.
Y para mantener vivos y en buen uso los viejos carros se acude a veteranos carpinteros y aficionados que se arriesgan a ello, como cunden hoy las tareas de restauración, bricolage y el 'hágalo usted mismo' en tantas cosas, o se recurre a alguien que, como Enrique 'El Carrero', sabe dar el consejo preciso o echa una mano para resolver algo más complejo. Porque, a pesar de que el oficio de carrero lo dejó de lado hace tiempo, por la evolución natural de la vida y la necesidad de tener que ganarse el pan en algo que asegurase un sueldo seguro, el gusanillo está ahí, y el conocimiento que se acumula, aprendido de una tradición familiar asentada en el taller de carros de siempre, pugna por salir, aunque solo sea en forma de hobby ocasional.
Fruto de ello es la colección de carros y carruajes históricos que Enrique tiene. Entre ellos un Milord y un Tono ingleses, un Surrey americano, un Alicantí, una Tartana valenciana, un Peter húngaro y una cesta Body que estuvieron en Monte Picayo, una Araña o Boogie estadounidense, una Mallorquina cubierta... Lo hace por verdadero gusto, y advierte que su afición por el mundo del caballo no llega a las monturas, «solo al enganche». A lo largo de su vida ha ido adquiriendo los vehículos como ha podido, sin importarle su estado, y después, parsimoniosamente los ha ido restaurando, y lo que no sabía hacer, lo ha aprendido. Trabaja el hierro, la madera, hace de tapicero, pinta..., lo que haga falta.
Al igual que les ocurre a otros apasionados por los carros, confiesa que «se me va la vista cuando veo uno abandonado o pudriéndose en cualquier parte que vaya, y enseguida, si puedo, pregunto por el dueño e intento llegar a un acuerdo, si el coste me lo permite, y a continuación, a traérselo a casa con un camión o lo que sea, al viejo taller de carros, para ir arreglándolo cuando pueda o para servir de repuesto para otros».
Las maderas más utilizadas para los carros huertanos son el haya y el pino, también la carrasca para los radios de las ruedas, y la de algarrobo para los cubos de las mismas. Las barras de tiro son de haya, pero reforzadas con hierro, y todo se hace manualmente, con paciencia y esmero. En cuanto a los colores, los clásicos del carro valenciano: el rojo bermellón, el elegante azul marino y el negro.

 

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