domingo, 15 de enero de 2012

Para los Amantes del Auto.

El clima de entre cero y ocho grados celsius nos recibió en Detroit, previo al autoshow más importante del mundo. Fueron cerca de cuatro días los que estuvimos bajo el atípico Sol y cielo azul, mezclado con el típico ambiente frío de “Motor City”, como es conocida esa ciudad, por su relevancia en la industria automotriz.

Esta rareza en el clima del Norte de Estados Unidos no mermaba las ganas que teníamos de estar presentes en el salón y de visitar el emblemático Museo Henry Ford, que surgiera a partir de la colección privada del revolucionario industrial.

Ubicado en el corazón de la vieja zona industrial en Dearborn, Michigan, a escasos kilómetros de Detroit, entramos en un mundo que nos llevó inmediatamente al pasado y a emocionarnos con lo que vimos.

El Museo:
La construcción del museo permanece impecable. Las enormes paredes sostienen los techos que alguna vez se utilizaron para montar el primer coche producido en serie, el Ford T. Sin embargo, a nuestra llegada, por la noche, el lugar nos recibió con una enorme locomotora fabricada en los años cuarenta, la cual dejó de funcionar en 1955 y fue donada al museo en 1964; hasta ahí llevó sus 660 toneladas de peso, siendo un ejemplar de los dos “vivos” que existen a vapor (la otra se encuentra en Baltimore). Curiosamente ambas máquinas están tan bien conservadas, que podrían echarse a andar sin problema. Lo malo, es que no existen en la actualidad unas vías que soporten su peso.

Para meter la locomotora se tuvo que derribar una de las paredes del edificio, además de ser remolcada por otras dos pesadas locomotoras, para que este mosntruo entrara a la casa del automóvil.

Pero no solamente la máquina dejará soprendido al que se ponga a su lado. Encontrarnos con casi todos los coches que han formado parte de la historia presidencial de Estados Unidos, fue motivo de nostalgia. Por ejemplo, el más destacado fue el de John F. Kennedy, un Lincoln Continental de 1961, donde fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 y que vino a cambiar la historia de la seguridad de los autos presidenciales.

En el museo pueden encontrarse coches como el más veloz del mundo en su época, un GoldenRods de los Summers Brothers, que alcanzaba una velociad máxima de 400 millas por hora. También vimos un ejemplar, de los 50 que se fabricaron del Chrysler Turbine Car 1964, con un propulsor de 130 caballos de potencia y que se construyó en la factoría de Coachworks. No sólo encontramos piezas con valor inimaginable, también nos topamos con vehículos actuales de marcas como Chevrolet y Volkswagen.
La Amistad con Edison

Henry Ford trabajó con Tomás Alva Edison durante muchos años. Incluso, Edison fue un impulsor para que Ford fuera el personaje histórico y relevante que hoy en día es catalogado como un ícono en las industrias. En el museo, encontrará un momento histórico congelado en el tiempo mediante el concreto: la firma de Edison junto a una pala, del 27 de septiembre de 1928.

Para finalizar el recorrido y justo antes de salir, hay un espacio para los que quieran llevarse algún recuerdo, el Henry Ford Museum Store está a disposición de los visitantes, así como Genius at Play Store, un sitio destinado a los pequeños que comienzan a tener gusto por los automóviles.

En general, el Museo Henry Ford nos transporta a una atmósfera clásica, donde nos imaginamos cómo sería construir un coche prácticamente “a mano” en una línea de producción, así como todos los modelos emblemáticos que han desfilado en su piso de exhibición. Sería motivo de muchos especiales escribir sobre cada uno de ellos. Vale la pena, pues, si va a visitar “Motor City”, que no deje pasar la oportunidad de conocer el museo en el que todo “petrolhead” le gustaría estar.

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