lunes, 17 de septiembre de 2012

Manos de artesano para restaurar los autos antiguos.

En su taller de Rodeo de la Cruz, Eduardo mantiene la tradición familiar que heredó de su padre y transmitió a sus hijos: el oficio de mecánico y la pasión de revivir joyas mecánicas. 

 

 "Para hacer una obra de arte hay que empezar por el final", dice Eduardo Marlia, en su taller en el mismo centro de ese Rodeo de la Cruz que lo vio nacer hace 59 años.

Hoy la zona aparece despoblada de gente y luce descuidada. El tren de pasajeros dejó vías vacías, mientras que el hotel de la esquina ya no funciona como tal. Pero él sigue en el mismo lugar de siempre.

"Soy un mecánico de los de antes", dice con orgullo. Eso significa que el hombre puede arreglar un motor de 8 cilindros, de 6 ó de 4, cambiar un platino o armar una rueda, limpiar un radiador o soldar un caño de escape. "Puedo hacer de todo", como me enseñó mi padre y ahora lo continúo con mis tres hijos.

Sin embargo, la frase con que este hombre abrió el diálogo con Los Andes tiene otro horizonte y es la restauración de vehículos.

"Esa es mi verdadera pasión", dice mientras la vista se extiende por el taller donde descansan despanzurrados decenas de vehículos, mientras que un camión de la marca del óvalo (Ford), modelo 1932 con caja alta de madera sobresale por su belleza. "Esta es una verdadera joya porque hay muy pocos  vehículos  como éste, de carga, en el país", confía.

“Es un antes y un después. Es retornar a épocas pasadas a revisar viejas revistas y antiguos modelos de autos”, dice el mecánico. Amigo de las frases propias, Eduardo agrega otra: "Para tener un auto de colección, primero hay que tener imaginación, después mano para hacerla y así llegar al verdadero placer de ver el trabajo terminado".

Por eso, la invitación nos traslada a otro galpón, ubicado a varias cuadras, donde como en un estacionamiento se alinean un Ford T del año 1918 (una década de su aparición en el mercado) y que parafraseando a su creador Henry Ford "cualquiera puede tener el coche del color que quiera siempre y cuando sea negro", y así luce.

Pero no es el único: ante la vista se observan un Isard 200 (el más chico de la línea), un Plymouth 1947, un Mustang '69, un Buick 29 y otro edición 47.

También hay un lujoso Cadillac del año '54, automóvil utilizado por los presidentes de los Estados Unidos de Norteamérica o una Dodge Brothers, hecha totalmente a mano y en aluminio.

Entre los "locales" figuran una cupé Torino del '68  (la primera de una serie que marcó época en la industria nacional), un potente Chevrolet Súper Sport (motor 250) y un Fiat 800 cupé, entre otros, a los que las manos expertas buscarán que vuelva a su estado original, sin importar los años, ni las dificultades de piezas que si no se pueden importar, hay que fabricarlas a mano, en el taller.

Entre todas, una joya

Se dice que "un auto clásico es como un museo ambulante". La mayoría de los que se alinean aquí, como en una gran playa de estacionamiento, han tenido vida propia y también su historia.
Y entre muchos…   uno: una lona blanca cubre otro auto. Destaparla es quedar atrapado ante la belleza de un Ford 37, con un potente motor de 8 cilindros en V, dos puertas, convertible y con un asiento trasero que se abría para pasear “a la suegra”.

Y, como la mayoría de los vehículos, éste tiene un pasado reciente. Fue propiedad de don Oscar Monjes, el veterano presidente del Club de Autos Antiguos de Mendoza (CAAM), que como tal abrió la caravana de los festejos por los 25 años de vida de la entidad cumplidos en 2009.

Sin embargo, las llamas de un incendio lo convirtieron en hierros retorcidos y chapas peladas, hasta que Eduardo lo compró y se puso a trabajar artesanalmente. Lo recuperó desde el chasis, que fue arenado y después recibió varias manos de antioxidante.

Esa fue la base, es decir el principio. De ahí en adelante se comenzó a trabajar sobre caños de cobre para el radiador y otros que llevaron nafta al poderoso motor o líquido de freno a las ruedas.

En la parte mecánica, el motor recibió un arreglo completo (quedó como 0 Km y tiene nada más que 75 años). El tapizado de color marrón interior le dio ese distintivo olor a nuevo, mientras que el color negro lo identifica dentro de la marca del óvalo.

La despedida sobre la diagonal Passera muestra varias unidades en proceso de restauración. Tal vez por eso para el final y como no podía ser de otra manera, Eduardo Marlia nos despide con otra frase: "Restaurar un auto es como hacer una obra de arte. Y eso es lo que hago".

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