miércoles, 1 de junio de 2011

Más Àgil, Igual De Tedioso.

El semáforo ubicado en Bullrich y el cruce con la avenida Santa Fe, en Palermo, cambia del rojo al verde, imagen que remite a la largada de una competencia de autos. Y es literalmente así: todos pugnan por ganar posición y llegar primero a la avenida Juan B. Justo, desde ayer con sólo dos carriles por mano, en la mayor parte de su recorrido.
En un automóvil rumbo a Liniers, LA NACION pudo observar ayer que la renovada arteria por donde funciona el flamante Metrobús termina resultando estrecha para la gran cantidad de autos que por momentos se apiñan en varios puntos del recorrido.
En las primeras cuadras del trayecto, desde Santa Fe hasta Honduras, la circulación fue ayer más fluida respecto de meses atrás, cuando el conductor debía sortear innumerables baches en la avenida Juan B. Justo y, también, esperar paciente detrás de las osadas maniobras de los colectiveros, dueños absolutos de la avenida, de ancho a ancho.
Unos 12 minutos en promedio se tarda hoy en auto hasta el puente que pasa sobre Niceto Vega, poco antes de la hora pico.
A esas alturas aparecen una buena y una mala noticia: la buena es que los autos no cambian de carril y lo único que detiene su marcha son los semáforos. La mala, paradójicamente, es que los semáforos siguen sin estar sincronizados y que el conductor se ve frustrado de poder hacer seguidas más que unas pocas cuadras.
"Están mejor las calles, porque hicieron nuevo el asfalto, y hay tramos que se hacen más rápido que antes. Pero la verdad es que los semáforos son un desastre: uno hace dos cuadras y tenés que frenar; otras dos cuadras y volvés a frenar. Y así... Eso sigue mal", dice Raúl Peterson, chofer de un remise que habitualmente transita por Juan B. Justo y quien se jacta de conocer "como nadie" esa arteria.
Durante el recorrido que hizo LA NACION, ninguno de los vehículos que se vieron atrapados en el tránsito de las más de 90 cuadras que tiene la avenida Juan B. Justo intentó transitar por las vías exclusivas de los ómnibus. La buena conducta no era casual: había numerosos agentes de tránsito de la ciudad en todo el trayecto. En otro tramo de la avenida Juan B. Justo la circulación fue más fluida. Ocurrió entre el 2200 y el 5000. Allí, tres filas de vehículos lograron descomprimir el tránsito. "Si a esto le sumás que no hay baches en todo el trayecto, podés ahorrar tiempo", dijo Peterson.
Pero, como en materia de tránsito nadie puede hacer futurología, inmediatamente después del 5500 de esta transitada arteria la circulación vehicular se vuelve tediosa. Embotellamientos, bocinazos, autos que quedan en el medio de la avenida y cuadras repletas de rodados resultan ser una imagen repetida.
Ya en Villa Luro y hasta Liniers, por la Juan B. Justo, el paso es tan lento como el de una procesión: los conductores se impacientan por las demoras, pero ninguno desvía su camino en busca de una alternativa.
Completar todo el recorrido, de Palermo hasta Liniers, demandó a LA NACION 49 minutos en automóvil. Antes del Metrobús, recorrer ese tramo podría realizarse en un tiempo igual y aún mayor: hasta más de una hora.
Es cierto que no encontrará baches ni colectivos que se cruzan en su camino, pero los principales escollos serán ahora las pocas manos habilitadas para que circule el transporte no público y una buena cantidad de semáforos sin "onda verde".

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